miércoles, 18 de julio de 2007

4,000 MUERTOS SOLDADOS MUERTOS.

Hoy me he puesto los patines a las 4:30 y he salido de la oficina como un cohete para mi casa. ¿La razón? La noticia del día. resulta que un tipo había quedado incrustado en el ano de un elefante africano en el Zoo de Detroit. ¿Que cómo llegó allí? Al parecer Spencer Insideishot, el cuidador del elefante Doroteous, estaba limpiándole el culo cuando descubrió en su interior unas extrañas bolutas. Para comprobar si de almorranas se trataba se adentró temerariamente más de lo habitual provocando una contracción en los intestinos del paquidermo, con el consiguiente efecto succión teniendo como resultado, la brutal absorción de Spencer através del ano del animal. Una segunda contracción del esfintér lo había apresado, cerrándose firmemente alrededor de la cintura del cuidador y dejando sus piernas fuera.

Hacía calor, abrí la ventanilla del carro, el quemacocos electrónico, me encendí un cigarro, y puse la radio. Todas las emisoras estaban radiando en directo el suceso del año, el drama que estaba conmocionado a toda la nación Americana. ¡Vivo, está vivo! jaleaba el comentarista. Efectivamente, al parecer Spencer Insideishot estaba pataleando frenéticamente por su vida, pero el esfinter no aflojaba.

Joder, me dije, esto no me lo puedo perder. Aceleré, sentí el viento en mi cara y demasiado tarde, la presencia de la policía emboscada tras unos matorrales. No se si era la emoción, el viento, el maldito polen o la multa de 140 dólares pero se me saltaban las lágrimas mientras llegaba a mi casa. La puerta de mi garage se abrió con rapidez, subí las escaleras, puse la televisión, me dejé caer como un saco en el sillón y allí , frente a mi, se encontraba la más bizarra imagen que había visto en muchos años. La mitad de un cuerpo manchado de mierda de origen vegetal pataleaba frenéticamente por su vida. Alrededor, un cordon sanitario y policial protegía a unos ciéntificos que estudiaban ceñudos la situación.

Sebastian Brown, el presentador estrella de la QKK TV, irrumpió en el círculo y comenzó a entrevistar a los especialistas:

- Creo entender que están evaluando el camino de la cirugía como posible paso a seguir, ¿Es cierto?
- Está usted en lo correcto. Una de nuestras opciones es ensanchar el orificio anal del paquidermo para facilitar la extracción de la víctima.
- ¿Cual es el plan b y c, si es que lo tienen?
- Uno menos agresivo sería el masaje anal o inyectarle un vomitivo potente.
- ¿Y porqué no un compuesto de fibra que lo desatasque?

Mirando con gravedad al presentador. Jeremy James, eminente veterinario plástico, desenrolló un plano mostrándolo a la cámara. En el se dibujaba esquemáticamente de perfil al elefante con su víctima incrustada.

- Cómo verá, contestó el veterinario plástico, estamos frente a un problema profundo. Spencer sobrevive gracias a una micro bolsa de aire formada en el intestino grueso del animal. Si aplicáramos un laxante, correríamos el peligro de provocar una avalancha de fluídos que pudieran inundar dicha bolsa de aire ahogando en mierda al buen Spencer.
- Corte y volvemos.

La publicidad me dió la oportunidad de prepararme algo de comer. Sonó le telefono, eran Serghey, Miles, T y John. Que si podían venir a casa a ver lo del elefante. Como mi mujer estaba de viaje les dije que si. Cinco minutos más tarde estaban allí sentados comiendo hot dogs y bebiendo cerveza. John venía con su nena de 5 añitos, un terremoto de 7.5 en la escala de Richter, que contra todo pronóstico se puso a pintar en un papel y no dió guerra.

En el durante, habían atado e inmovilizado al elefante forzándole además a abrir al boca con la ayuda de unos gatos hidráulicos. Los doctores, despues de aplicar el masaje anal sin resultado alguno, decidieron que era el momento del vomitivo. Los pies cada vez se movían menos. Sebastian Brown sostenía en su mano un celular, comenzó a marcar y mirando a cámara dijo:

- Estoy tratando de hablar con Spencer…

En el estómago del elefante sonaba la Macarena, las risas y el ambiente festivo se impuso en el cordon sanitario-policial, la gente tras las vallas comenzó a bailar a ritmo de los del Rio, ya se estaba aquello calentando cuando al otro lado de la línea una voz susurrante respondió:

- ¿Diga?, ¿Diga?
- ¿Spencer?
- Si, si, soy yo, ¿Quien es?
- Sebastian Brown, de la QKK TV
- ¡Huy que alegría! ¿He ganado algo?
- Claro que has ganado algo muchacho: La atención de América. ¿Cómo te sientes ahí adentro?
- La verdad es que huele fatal, me siento un poco solo, y hace mucho calor.
- Tranquilo ciudadano, toda América está pendiente de tí. Nunca dejamos a uno de los nuestros atrás. Te sacaremos cueste lo que cueste. ¿Quieres decir algo a América hijo?
- Que cómo irlandés y católico me viene a la mente esa cita de Santa Teresa que dice: La vida es una larga noche en una mala posada.
Súbitamente el presentador miró a cámara con gesto compungido y con la voz rota susurró:

-No dejes solo a Spencer y mándale un mensaje de texto al teléfono en pantalla. Haz saber a Spencer que toda América está con él.

De la panza del elefante la Macarena comenzó a sonar de nuevo y América entera comenzó a bailar feliz. En lo álgido del improvisado guateque el elefante comenzó a convulsionar y tras un erupto grave liberó un rio de bilis. Aquello parecía una fuente, un torrente que atravesó el cordon sanito-policial para caer sobre la primera fila de los que se congregaban allí. Con el ultimo retortijón salió disparado Spencer, su celular y lo que le quedaba de dignidad, lleno de mierda-vómito y a ritmo de Macarena. De ahí a la ambulancia mientras los diferentes medios amenazaban con secuelas del suceso en un especial a las 8 en punto.

Todo había terminado bien. Nos levantamos, abrimos otras cervezas y de pie junto al refrigerador comentamos alegres los por menores de la historia. Solitaria, la televisión prosiguió con su programación frente a un sillón vacío de público, el locutor del noticiero de las seis anunciaba indiferente que el soldado estadounidense número 4000 caía muerto en Iraq.

sábado, 27 de enero de 2007

El misterio del Comigén.

A pesar de que el sol atravesaba amistoso la rendijas de la persiana, la mañana se presentaba complicada, Un grito agudo anunciaba el comienzo de una borrasca. Inmaculada, la persona que acababa de poner el grito en el cielo señalaba temblorosa hacia el lavabo de marmol beige. Me levanté como pude y me dirigí hacia el baño. Allí casi sin repiración, Inmaculada me miraba a los ojos mientras balbuceaba:

-¡ El Comigén es el Comigén !.

Tras echarme un gas, me rasqué pensativo el culo rumiando que decir. Comencé por el principio.

-¿ Que es un Comigén ?

Ella la verdad no regateó explicaciones. Que si el Comigen es dañino, que si provoca pérdidas económicas espeluznantes, que si tal y que si cual y que por si fuera poco además, cagaba sin pausa ni tino alguno.

-Fíjate, fíjate cómo lo han puesto todo. Máldito Comigén… Si pudiera lo mataría…

La verdad es que tenía razón. Cientos de diminutas cagarrutas aparecían en el lavabo como por arte de birlibirloque. Yo entonces comencé a imaginar que ocurriría cuando creciera el Comigén,. María Inmaculada limpiaba compulsiva esas minusculas secrecciones ovaladas cómo pequeños balónes de rugby cuando decidió llamar a Amado El Alacrán Fernández, nuestro fumigador.

Dos horas después El Alacrán, Inmaculada y un servidor mirabamos absortos la acompasada caida de las cagadas del Comigén. El lavabo estaba lleno y eso que Maria Inmalculada se afanaba en barrerlas del mapa armada con un trapo mojado en alcohol.

-Una vez en Pueltolico vi algo así en la casa de una Jeba muy lica . sentenció con tono conocedor mientras daba un largo trago a la cerveza que sostenía en su mano. Eruptó largamente y emitió su veredicto.

-Iniciar una guerra con el Comigén es una guerra peldida señol mio. Mira papi que prefiero unirme a los freaking marines antes que luchar por una causa de final impredecible. Adios.

En vano intenté retenerle ofreciéndole otra cerveza. Inmaculada incluso se ofreció a mamárselo un ratito si accedía a acabar con esas cagarrutas ovaladas que la estaban quitando la salud. Todo resultó inutil. El Alacrán se disculpó diciendo que de mil amores se tomaría otra cerveza y que sin lugar a dudas apreciaba también la buena disposición que la señora de la casa tenía a la hora de ofrecerse para mamarle el huevo, pero que el precio era demasiado alto. Que no le guardáramos rencor y que si de cucarachas se tratara otro gallo cantaría. Pero que ni hablar del Comigén.


La marcha apresurada del fumigador me puso un tanto nervioso y a Inmaculada a automedicarse una generosa ración de prozac via intravenosa. Tomó el teléfono y llamó a la casera con cajas destempladas.

- Oh you piece of crap ! You never told me that this fucking house it was full of Comigén´s Shit.

La casera, una inglesa gorda, pechugona y de carrillos rojizos se presentó una hora después en la casa. Sus ojos caidos y profundamente azules observaban maravillados como el Comigén bombardeaba sistematicamente el lavabo. Por fin dijo en un estirado inglés británico mientra ponía una mano en el hombro de Inmaculada y la otra en mi culo:

- Is not wonderful ? I mean, I understand your are passing throug a very painful time but, is not wonderful the way how the mother nature works ?

La casera me apretaba contra sus pechos emocionada cuando Inmaculada dió un manotazo en el lavabo. Ya está me dije para mi. Seguro que ha visto como la inglesa me estaba tocando el culo y la va a poner en su lugar. Nada más lejos de la realidad. Amistosa como pocas veces en su vida, Inmaculada la preguntó.

- What the hell do you want bitch ?
- His cock for a while.

Ambas me miraron y se estrecharon la mano. La gorda me cabalgó por espacio de una hora y a Inmaculada le entregó un misterioso frasquito para que se lo diese al Comigén. Se marchó jurándonos por su Graciosa Majestad que nos cambiaría de casa si el remedio no funcionaba.

Esa misma noche Inmaculada colocó el contenido del misterioso frasco por todo el baño y a la mañana siguiente comprobamos el triste espectáculo. Allí yacía el pobre Comigén ahogado en su propia mierda. La verdad es que a mi hasta se me escapó una lagrimita viendo aquella muerte tan horrible, mi mujer tambien lloraba, pero de alegría inmensa. El desdichado Comigén había comido aquellos polvos que resultaron ser laxante, provocándo en sus intestinos una imparable y mortal diarrea. El animalito se había escurrido del agujerito del techo, maltrecho por su debilidad y delgadez, cayendo en su propia mierda y ahogándose sin remedio.

Alguien llamaba a la puerta. Era la patrona británica. Sonriente y agarrándome de mi entrepierna me dirigió a la alcoba donde se cobró el segundo pago ante la eterna indiferencia de Inmaculada que sonriente, horneaba un pastel para celebrar la muerte del comigen.